9.12.08

Aviación española (Calle de la)

Barberán y Collar ante el 'Cuatro Vientos'Entre la avenida de Filipinas y la calle de Andrés Mellado. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Vallehermoso.

Esta calle recibe su nombre porque se halla en el corazón de una barriada constituida por viviendas para jefes y oficiales del Ejército del Aire.

A pesar de nuestro secular retraso en todo a lo que adelantos tecnológicos se refiere, hay varios nombres españoles que deben estar inscritos con letras de oro no sólo en los anales de la aviación española, sino en la mundial. Ramón Franco, Ruiz de Alda, Durán y Rada realizaron entre el 22 de enero y el 10 de febrero de 1926 el vuelo Palos de la Frontera-Buenos Aires. Lóriga y Gallarza viajaron de Madrid a Manila entre el 5 de abril y el 13 de mayo del mismo año. Y entre el 10 y el 25 de diciembre de 1926, la patrulla Atlántida, mandada por Llorente, llegó hasta la Guinea Española. Juan de la Cierva cruzó por primera vez el Canal de la Mancha en autogiro el 18 de septiembre de 1928. Y para no hacer demasiado larga la relación, finalicemos con el trágico vuelo de Barberán y Collar, de Sevilla a Méjico, en junio de 1933 y del que sus dos tripulantes jamás volvieron.

19.11.08

Averroes (Calle de)

Monumento a Averroes en Córdoba
Entre las calles de Ángel Ganivet y de Viera y Clavijo. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.

No nos debemos alejar mucho para encontrarnos con la calle dedicada a Abu-l-Walid Muhammad ibn Rusd, conocido como Averroes, médico, jurista y filósofo nacido en Córdoba el año 1126. Estudió teología, filosofía, jurisprudencia, matemáticas y medicina, y ejerció como juez en Sevilla. En 1182 se convirtió en médico del califa Yusuf en Marrakech; fue acusado de no seguir el camino recto de la doctrina islámica y se le desterró a Lucena. Se le permitió volver, y murió en Marrakech en 1198 sin ser rehabilitado.

La doctrina filosófica de Averroes se basa fundamentalmente en las ideas aristotélicas. Su obra principal en este sentido son unos Comentarios sobre Aristóteles que le ocuparon durante gran parte de su vida. Del resto de sus escritos cabe mencionar el Colliget (1162-69), vasta obra médica de carácter enciclopédico.

Avendaño (Calle de)

Entre las calles de Juan de Urbieta y de Antonio Díaz-Cañabate. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.

Otra calle de la colonia Retiro dedicada a un escritor, en este caso al dramaturgo español del siglo XVI Francisco de Avendaño. Sólo tiene una obra conocida, la llamada Comedia Florisea, publicada en 1551 y reeditada en 1553; la escribió con motivo de la boda de Juan Pacheco, pariente del marqués de Villena Diego López Pacheco. En ella se encuentran influencias de poetas como Torres Naharro o Juan del Enzina. A Avendaño se le consi­dera, junto a Miguel de Cervantes y Cristóbal de Virués, como el introduc­tor en España de las comedias en tres jornadas o actos, en lugar de los cinco que hasta entonces eran preceptivos.

29.10.08

Ave María (Calle del)

San Simón de Rojas

Entre la calle de la Magdalena y la plaza de San Miguel. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

De una forma o de otra está muy relacionado San Simón de Rojas con esta calle, pues el nombre se lo puso él o tuvo su origen en él. Peñasco y Cambronero indican que aquí vivían unas mujeres de dudosa reputación que fueron expulsadas por orden de Felipe II a instancias del santo vallisoletano. Al derribar las casuchas en que vivían aparecieron unos pozos en los que se encontraron varios cadáveres. "Ave María" fue la expresión que brotó de los labios de Simón, y de ahí quedó el nombre a la calle. Pero más fácil es creer que el nombre le fue impuesto a la calle como purificación, ya que se supone que aquí vivían muchos de los moriscos que fueron expulsados por Felipe III precisamente a instigación de Simón de Rojas y del beato Juan de Ribera. Y la calle del Ave María pudo, por qué no, ser la principal de esa morería.

Antes de llamarse así, consta que se denominó del Barranco.

1.10.08

Augusto Figueroa (Calle de)

Entre las calles de Fuencarral y del Barquillo. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Esta calle, larga, empinada, estrecha y sin alineación en alguna de sus casas, lleva el nombre de Santa María del Arco en el plano de Texeira, y desde 1835 fue conocida como del Arco de Santa María. El origen de esta antigua denominación está en un retablillo con una imagen de la Virgen de la Soledad que se hallaba sobre la puerta de las caballerizas del marqués de la Torrecilla. Mucha devoción produjo entre los vecinos, y a ella se atribuyeron numerosos milagros, de manera que la puerta se empezó a llenar de fieles y de exvotos. Eso movió al marqués a levantar una capillita que se hizo con ladrillo visto y en el estilo mudéjar, y que es la que aún hoy podemos ver en la esquina de nuestra calle con la de Fuencarral, un vestigio de los muchos retablos y humilladeros que antaño tuvo la villa. Se conocía la capilla como Arco de Santa María, por haber sido antes una puerta sin más, y el nombre luego se extendió a toda la calle, que, por cierto, hasta 1849 finalizaba a la altura de la calle de Válgame Dios, haciendo escuadra con ella. Ese año, el Ayuntamiento compró un trozo de la huerta de los duques de Frías para prolongar nuestra calle hasta la del Barquillo.

El 11 de marzo de 1904 la calle del Arco de Santa María mudó su tradicional nombre para adoptar el de Augusto Figueroa, famoso periodista malagueño que escribió en algunos de los más importantes de entre los numerosísimos diarios que en Madrid se publicaban en el siglo XIX. Aunque hoy en día poca gente recuerda el nombre antiguo de esta calle, veinte años después del cambio decía Répide que era al contrario, y casi nadie sabía que la calle se llamaba Augusto Figueroa, aprovechando la ocasión para criticar al Ayuntamiento por dedicar calles con nombres muy arraigados a personajes que, sin dudar de su mérito, quizá hubiesen sido mejor recordados en vías de nueva apertura de las muchas que poco a poco iban surgiendo tanto en el Ensanche como en el extrarradio.

9.9.08

Atocha (Ronda de)

Interior de la iglesia del colegio de los Salesianos de Atocha
Entre la glorieta del Emperador Carlos V y la Ronda de Valencia. Distritos 1 (Centro) y 2 (Arganzuela). Barrios de los Embajadores y de Palos de Moguer.

La ronda de Atocha es una calle amplia y recta que tiene su origen en los paseos arbolados que se realizaron en torno a la cerca de Madrid a mediados del siglo XIX. Aunque Peñasco y Cambronero dicen que ya existe en el plano de Texeira, en éste lo que se ve en realidad es un desdibujado y estrecho camino que une el portillo de Lavapiés con la puerta de Atocha. Con el tiempo la villa rebasó sus antiguos límites y la ronda de Atocha se convirtió en eje de una zona antaño fabril que poco a poco se ha ido convirtiendo en residencial. En esta calle -ya lo menciona Répide- se encuentra uno de los más grandes colegios salesianos de los que hay en Madrid. Además es el más antiguo, puesto que su fundación data de 1891. Dicho queda; uno casi se veía obligado, como antiguo alumno de un colegio salesiano y porque además en su iglesia, la basílica de María Auxiliadora, me casé.

5.8.08

Atocha (Calle de)

Entre la plaza de la Provincia y la glorieta del Emperador Carlos V. Distrito 1 (Centro). Barrios de Sol, Cortes y Embajadores.

La calle de Atocha ha sido uno de los ejes fundamentales de Madrid a lo largo de su historia. Su origen está en el camino que, desde la pequeña villa recién reconquistada, llevaba a la ermita de la Virgen de Atocha, de gran devoción entre los madrileños. De la ermita de Atocha y del convento que después la substituyó se hablará más largamente en el paseo de la Infanta Isabel, pero sí que es oportuno aquí explicar el origen de ese nombre. Si bien algunos cronistas opinan que Atocha es una corrupción del vocablo griego theotokos (Θεοτόκος), es decir, madre de Dios, o bien que deriva de Antiochia (Antioquía), la ciudad de la que se supone fue traída la imagen, lo cierto es que la palabra proviene de atochar, esto es, un campo de atochas o esparto.


Torre de la iglesia de la Santa Cruz
Si empezamos nuestro paseo por la calle de Atocha desde el principio, o sea, desde la plaza de la Provincia, el primer edificio significativo que nos encontramos es la nueva iglesia de Santa Cruz. En su solar estuvo una de las mayores joyas de la arquitectura barroca madrileña, el convento de dominicos de Santo Tomás. Tuvo su origen en una cátedra establecida por iniciativa de los religiosos del convento de Atocha, cuyo patronazgo asumió en 1626 el conde-duque de Olivares. El convento se inició en 1635; tanto él como la iglesia primitiva, que se levantó hacia 1583, fueron destruidos por un incendio en 1652. En 1656 fueron reconstruidos, bajo la dirección de José Churriguera y sus hijos Jerónimo y Nicolás. El claustro, que a decir de los cronistas era lo que más valor tenía de todo el edificio, fue obra de José Donoso. En 1726 se cayó la cúpula de la iglesia en un momento en que el templo estaba abarrotado. El accidente acabó con la vida de más de ochenta personas. El 17 de julio de 1834 fue éste uno de los conventos que más sufrió la matanza de frailes producida por el rumor que alguien había lanzado y según el cual los religiosos habían envenenado las fuentes provocando la terrible epidemia de cólera que padecía Madrid. Un año después llegó la exclaustración, y el convento fue utilizado como cuartel, ministerio de la Guerra, Tribunal Supremo Militar y Capitanía General. La iglesia siguió destinada al culto, y allí se trasladó la parroquia de Santa Cruz cuando la vieja iglesia fue derribada en 1869. Sin embargo, la mala suerte continuó cebándose con la iglesia de Santo Tomás, que fue destruida por un incendio en 1873. La reconstrucción fue imposible, y en 1875 tuvo que ser derribada. Por iniciativa del obispo de Madrid Ciriaco María Sancha se produjo la reconstrucción de la parroquia de Santa Cruz en este solar. La obra fue encargada al marqués de Cubas, que concibió un edificio que recordase la alta torre que tenía la vieja parroquia. Y en efecto, esta iglesia tiene un rojo campanario de ladrillo visto que fue durante mucho tiempo el punto más alto de Madrid. Las obras comenzaron en 1889, y tras una paralización entre 1896 y 1899, finalizaron en 1902, bajo la dirección de Miguel de Olabarría, discípulo de Cubas. Realmente no se terminó del todo, pues la torre debió ser coronada por una aguja que nunca se hizo. Es interesante la visita de esta iglesia, ya que contiene numerosas obras de arte procedentes de conventos cercanos que han desaparecido.

Palacio de los Cinco Gremios
Pocos metros separan la nueva iglesia de Santa Cruz del siguiente edificio destacable de la calle de Atocha, que se halla en la acera de la izquierda. Está ocupado hoy por la Dirección General del Tesoro Público, pero en su día fue conocido como la Casa de los Cinco Gremios. Los Cinco Gremios Mayores en Madrid fueron los de joyeros, sederos, merceros, pañeros y lenceros. Se organizaron como institución económica entre 1705 y 1733, y en 1763 constituyeron una compañía que llegó a tener gran influencia no sólo en la economía madrileña, sino en la de toda España. Este edificio fue construido para ellos entre 1789 y 1791 por el arquitecto José de la Ballina. La organización gremial empezó a decaer a principios del siglo XIX, hasta su desaparición total. Y con esta desaparición, el edificio cambió de manos. En 1845 se instaló allí el Banco de Isabel II, que, al fusionarse dos años después con el de San Fernando dio lugar al Banco de España, que en este lugar tuvo su primera sede. Y en ella permaneció hasta su traslado a la actual, en la plaza de Cibeles.

Nuevamente cambiamos de acera para hablar del antiguo convento de la Trinidad. Fue fundado por iniciativa de Felipe II (se dice que el mismo monarca fue quien eligió el emplazamiento del edificio) y construido por Gaspar Ordóñez desde 1562. En 1590 empezaron las obras de la iglesia. Sabido es que una de las principales misiones de los frailes trinitarios era la redención de cautivos. A este convento pertenecían fray Juan Gil y fray Antonio de la Bella, que rescataron en 1580 a Miguel de Cervantes de su cautiverio en Argel. El convento de la Trinidad fue exclaustrado y en 1838 se expusieron en él numerosas pinturas procedentes de otros conventos clausurados. Posteriormente fue dedicado a teatro y conservatorio y en 1847 nuevamente albergó una exposición de pintura; aunque se pensó instalar allí un Museo Nacional, lo cierto es que al año siguiente, 1848, fue destinado a Ministerio de Fomento. En 1897 fue derribado; en su solar se abrió la calle hoy conocida como del Doctor Cortezo, que antes fue de Barrionuevo. También se aprovechó parte del terreno libre para construir un teatro, que primero se llamó Odeón, luego del Centro y hoy Calderón. Hubo intentos, recién fallecido el genial escritor, de dedicárselo a Galdós, y así lo recoge Répide, pero no fructificaron. Las obras tuvieron lugar entre 1915 y 1917, y fue su arquitecto Eduardo Sánchez Eznarriaga.

Algo queda, sin embargo, del antiguo convento de la Trinidad, y es una pequeña capilla llamada del Ave María, que en la actualidad queda en la calle del Doctor Cortezo, junto a los multicines Ideal. Allí está enterrado el recientemente canonizado Simón de Rojas, su fundador, cuyo cuerpo fue trasladado a esta capilla cuando fue derribada la iglesia de Santa Cruz, primitivo emplazamiento de su sepultura.

Placa que recuerda que en la iglesia de San Sebastián se enterró a Lope de Vega
La iglesia de San Sebastián, que ocupa el número 39 de nuestra calle, tiene su origen en una antigua ermita que había en el camino de Atocha, y de la que algo se habló en la plaza de Antón Martín. Como también se mencionó allí, la parroquia de San Sebastián se creó en 1541, segregándola de la de Santa Cruz. Y la iniciativa fue de un tal licenciado Francos, párroco de Santa Cruz, que tenía un sobrino al que vino muy bien convertirse de repente en párroco. El espacio que ocupaba la antigua iglesia de San Sebastián estaba casi copado por las numerosas capillas que en ella fundaron las muchas congregaciones que la eligieron como sede: Las de la Soledad y la Pasión, que administraban los corrales de comedias que había en Madrid en el siglo XVII; la de la Virgen de la Novena, que agrupaba a los cómicos, los cuales vivían mayoritariamente en este barrio (véase la calle de San Sebastián para la explicación de la leyenda sobre el origen de esta congregación); la de los Guardias (véase calle del Sacramento), y la de Belén, de los arquitectos, cuya capilla, obra genial de Ventura Rodríguez, es una de las pocas partes de la antigua iglesia que se conservan. En la fachada que da a la calle de Atocha, unos azulejos recuerdan que allí está enterrado Lope de Vega, aunque no se sabe dónde. Fue Mesonero Romanos el que, llevado por su natural curiosidad, intentó comprobar si los restos del Fénix de los Ingenios seguían en el segundo nicho del tercer orden de la bóveda, como se decía en documentos que pudo consultar. Pero cuando, acompañado del párroco Quijana, abrió tal nicho, encontró en él enterrada a la hermana de un vicario de Madrid apellidado Ramiro y Arcayo. Los huesos de Lope de Vega fueron víctimas de las “famosas mondas ó estracciones de cadáveres que se verificaban periódicamente”, en palabras del mismo D. Ramón.

Fachada de la iglesia de San Sebastián
En 1936 la vieja iglesia fue prácticamente destruida. Su reconstrucción se llevó a cabo en los años cincuenta, bajo la dirección de Francisco Íñiguez Almech. De esta nueva iglesia cabe destacar dos capillas, supervivientes de la vieja: La del Sagrado Corazón, antes de los Guardias, construida en 1793 por el arquitecto de origen francés Juan Pedro Arnal, y, sobre todo, la anteriormente mencionada de Belén, última obra de Ventura Rodríguez, donde esta enterrado junto a otros grandes arquitectos como Juan de Villanueva o Pedro Muguruza. Esta última capilla goza de la condición de Monumento Nacional, a pesar de lo cual casi siempre está cerrada, aunque a veces se puede admirar a través de un cristal.

“Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián” dice Galdós en Misericordia, novela en la que esta iglesia es protagonista. Y es que, en efecto, las sucesivas ampliaciones y agregaciones hicieron que la iglesia tuviese dos portadas. Una de ellas era obra de José de Churriguera, hecha en 1715; en la época en la que más ferozmente se atacaba este estilo, el peculiar epigramista Salicio dedicó estos versos al San Sebastián que había en ella:

Santo de tanto valor,
¿qué haces en tal frontispicio?
Yo considero, en rigor,
que, a no estar en el Hospicio,
no puedes estar peor

Al final la puerta fue picada en 1829; la opinión de Peñasco y Cambronero, que no se distinguen precisamente por su admiración por el barroco madrileño es clara: “Con esto se consiguió hacer desaparecer los defectos antiguos, pero resultaron otros con que no se había contado. Las obras de Churriguera y sus imitadores tienen un estilo tan original y raro que es preciso, ó demolerlas, ó respetarlas: no admiten composturas.” Pero yo me quedo con la más contundente respuesta de Répide: “Al cabo del tiempo, venimos en resolver que lo que está peor que el San Sebastián y que la portada del Hospicio, que precisamente ha de ser salvada y conservada, son esos versos del Padre Salas (Salicio), con su buen ripio, que no vale lo que un floripondio riberesco.”

Por último, demos una breve relación de grandes personajes que tuvieron relación con esta parroquia ya sea por bautizo, boda o funeral; a los nombres de Lope de Vega, Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva añádanse los de Cervantes, Ruiz de Alarcón, Espronceda, Barbieri, Ramón de la Cruz, Moratín, Larra, Zorrilla, Bécquer o Jacinto Benavente. Y aquí se casó en 1802 Simón Bolívar con la madrileña Teresa del Toro.

En la esquina de la calle de Atocha con la plaza de Matute estuvo el Colegio de Niñas de Nuestra Señora de Loreto. Fue fundado por Felipe II en 1581, y su misión era recoger niñas pobres y huérfanas para que al hacerse mayores engrosasen la servidumbre de los palacios de la villa. El nombre lo debía a una imagen de la Virgen de Loreto traída de Roma en 1587. Felipe IV cambió el espíritu del colegio y lo destinó a la educación de las hijas de altos cargos civiles y militares y de magistrados. Su iglesia fue terminada precisamente bajo el gobierno del rey galán, en 1654. Colegio e iglesia desaparecieron a finales del siglo XIX de este lugar, y fueron trasladados al número 42 de la calle del Príncipe de Vergara, donde aún subsisten, aunque hoy es conocido como colegio de las Ursulinas.

Pasada la plaza de Antón Martín, y en la misma acera, se encuentra el teatro Monumental, actual sede de la Orquesta Sinfónica de RTVE. Fue construido como teatro-cine entre 1922 y 1923 por Teodoro Anasagasti, que realizó una obra atrevida para su tiempo, con una acústica excepcional, que hizo que Televisión Española lo eligiese para instalar a su orquesta y coro cuando tuvieron que abandonar el Teatro Real.

Relieve que recuerda el lugar donde estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta
Algo más abajo se conserva un viejo caserón del siglo XVII que contuvo el Colegio de Niños Desamparados. En el plano de Texeira se le nombra como albergue de San Ildefonso de niños de la Doctrina y no se tiene memoria de su fundación. Mesonero Romanos indica que en 1609 se estableció un recogimiento de niños y niñas bajo la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados, trasladado desde el convento de Santa Isabel. Perduró así hasta 1852, cuando se fundó el Hospital de hombres incurables de Nuestra Señora del Carmen utilizando para ello el edificio del albergue. Los niños fueron trasladados al Hospicio. El Hospital desapareció, y el edificio estuvo cerrado largo tiempo, pero fue restaurado y en la actualidad es la sede de la Sociedad Cervantina y alberga un Museo Cervantino. Inmejorable emplazamiento, pues aquí, antes de establecerse el Colegio, estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta, de donde salió en 1605 la primera edición del Quijote. Recuerda el hecho un relieve de Collaut-Valera que fue colocado con motivo del tercer centenario de esa primera edición.

Para concluir este ya largo paseo por la calle de Atocha, fijémonos en el edificio neoclásico que hoy alberga el Colegio Oficial de Médicos y que en su día fue Real Colegio de Cirugía de San Carlos. Hubiese debido formar parte del vasto complejo hospitalario que proyectaron primero Hermosilla y luego Sabatini en el reinado de Carlos III. El primitivo esbozo del siciliano data de 1787, pero no fue sino hasta las postrimerías del reinado de Fernando VII cuando se vuelve sobre él. El arquitecto del rey, Isidro González Velázquez, firma en 1831 el nuevo proyecto. Aquí estuvo también la Facultad de Medicina primero de la Universidad Central y luego de la Complutense hasta que fue trasladada a la Ciudad Universitaria. Por cierto, este edificio ocupa el solar que fue del hospital de la Pasión, fundado en 1565 como hospital general de mujeres junto a la iglesia de San Millán y trasladado aquí por falta de espacio en 1636.

Una última curiosidad. En la calle de Atocha se instaló, en 1972, el primer carril-bus, lo que provocó las iras de los comerciantes, que ya se veían sin clientes. ¡Y eso que nadie respeta estos carriles en Madrid!

15.7.08

Arrieta (Calle de)

Pacual Arrieta (1823-1894)
Entre las plazas de Isabel II y de la Encarnación. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Es relativamente reciente esta calle; en el plano de Texeira forma parte de un espacio vacío cuya acera derecha se alinea más o menos como hoy en día, pero a la izquierda está el pasadizo que había entre el convento de la Encarnación y el Alcázar sin guardar relación con la otra línea de casas. Hasta que se empezó a construir el Teatro Real y se llevó a cabo la reforma de la Plaza de Oriente o, mejor dicho, la creación de dicha plaza, no se delimitó definitivamente nuestra calle. Su nombre primitivo fue calle de la Biblioteca, pues en su número 12 se estableció la Biblioteca Real el año 1826, trasladada desde su anterior emplazamiento en la casa del Almirantazgo (véanse paseo de Recoletos y calle de Bailén). En 1836 se convirtió en la Biblioteca Nacional y en 1892 fue llevada a su actual ubicación, en el paseo de Recoletos. El viejo edificio fue demolido y en su solar se construyó entre 1910 y 1913 la sede de la Real Academia de Medicina.

Al no haber ya biblioteca en la calle, la denominación quedaba un poco a trasmano, así que a principios del siglo XX el Ayuntamiento decidió -acertada decisión- que llevase el nombre de un gran músico español. Pascual Arrieta, más conocido como Emilio Arrieta, nació en la localidad navarra de Puente la Reina en 1823. Fue alumno de Vaccai en Milán entre 1841 y 1846, y, vuelto a Madrid, consiguió estrenar óperas de influencia italiana, como Ildegondo, en 1849 o La conquista de Granada, en 1850. Posteriormente se inclinó hacia el género nacional, la zarzuela, y cosechó grandes éxitos, sobre todo con la obra Marina, estrenada en 1871 y convertida en ópera dieciséis años más tarde. Arrieta murió en Madrid en 1894.

4.7.08

Arriaza (Calle de)

Juan Bautista Arriaza (1770-1837)
Entre la cuesta de San Vicente y la calle de Irún. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles.

Muy cerca de la estación del Norte estamos, en un barrio que se hizo precisamente pensando en el acomodo de los empleados de la antigua Compañía de los Ferrocarriles del Norte. Una de sus calles es ésta, que recuerda a un poeta madrileño, Juan Bautista de Arriaza, nacido en 1770 y muerto también en nuestra villa en 1837. Ingresó en la marina de guerra; posteriormente siguió la carrera diplomática y ocupó diversos cargos consulares. Fue partidario del absolutismo y defendió la política represora de Fernando VII. Como poeta, siguió las formas clásicas; se hizo especialmente célebre por sus poemas patrióticos durante la guerra de la Independencia y fue el autor de los aduladores lemas que llevaban los arcos de triunfo levantados en honor del Deseado cuando solemnemente hizo su entrada en Madrid tras la derrota francesa. Eso le valió convertirse, a decir de Mesonero Romanos, en una especie de “poeta oficial” de las grandes solemnidades, sin mucho acierto, según el mismo D. Ramón.

Arquitectura (Calle de la)

Entre la plaza de las Peñuelas y el paseo de Santa María de la Cabeza. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de las Acacias.

Esta calle del otrora humilde arrabal de las Peñuelas, después zona fabril e industrial y hoy buen barrio residencial, está dedicada a una de las más nobles artes, aunque no se sabe por qué se denominó así. Quizá, como en otras ocasiones (y en este mismo barrio hay otros casos), el nombre lo pusieran los vecinos y después el Ayuntamiento lo hizo oficial.

27.6.08

Armería (Plaza de la)



Da a la calle de Bailén, y está limitada en su lado Norte por la verja que la separa del patio del Palacio Real, al Sur por la Catedral de la Almudena y al Oeste con el Campo del Moro. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Hoy en día todos los planos llaman plaza de la Armería al espacio que se ha intentado delimitar en las líneas anteriores, pero también es plaza de la Armería el gran patio principal del Palacio Real. Precisamente como plaza de Palacio era conocida anteriormente.

Donde hoy se levanta la Catedral de la Almudena estuvieron antes las manzanas 444 y 445, en las que se ubicaban la casa de Pajes del Rey, las caballerizas de la Regalada y un edificio que en principio se destinó también a caballerizas pero que acabó siendo la Armería Real. Fue mandado cons­truir por Felipe II en 1561, y finalizado en 1564 bajo las órdenes de Gaspar de la Vega. Allí se trasladó la Real Armería, que hasta entonces se encontra­ba en Valladolid. Por ello, una pequeña plazuela que había en pleno centro de las dos manzanas antes mencionadas, y que en principio se llamó de los Pajes del Rey, acabó siendo de la Armería. Ese es el prece­dente de nuestra plaza. Esta zona, en tiempos aún más remotos, se denomi­naba Campo del Rey por pertenecer al Real Alcázar, y aquí fundó en 1486 el Hospital de la Merced y de la Caridad un piadoso caballero llamado Garci Álvarez de Toledo.

La Real Armería perduró hasta el final del siglo XIX, aun cuando ya se habían iniciado las obras de la Catedral. El edificio había sido reforma­do en el reinado de Carlos II, y se le había añadido una entrada hacia el Alcázar que fue conocida como el Arco de Palacio. Su desaparición, junto con la de las antiguas calles de Malpica y de Santa Ana la Vieja, configuró la plaza tal y como hoy la conocemos. Es sin duda uno de los lugares más bellos de Madrid, dominado por la fachada de nuestra flamante Catedral y por el lienzo meridional del Palacio Real. En el fondo, desde donde se dis­fruta de una extraordinaria vista de la Casa de Campo, se halla situada una estatua de Felipe II cuya silueta, recortada en el rosado cielo de un atarde­cer veraniego, es una de las más románticas y hermosas visiones que se pueden disfru­tar en nuestra villa.

16.6.08

Arlabán (Calle de)

Grabado que representa la lucha entre cristinos y carlistas en Arlabán en 1836

Entre las calles de Sevilla y de Cedaceros. Distrito 1 (Centro). Barrio de las Cortes.

El antiguo nombre de esta vía fue callejón de los Gitanos, al parecer porque cuando la zona no era más que un arrabal, por aquí vivían gentes de esa raza. En un montón de leña que utilizaban para darse calor en invierno apareció una imagen de la Virgen que después se llamó de las Maravillas y que no es otra sino la madrileñísima Virgen de la Paloma, cuya tradición se explicará con más detalle al llegar a la calle de la Paloma. Aunque hoy en día esta vía forma parte de una buena zona de la Villa, no debía ser así en la segunda mitad del siglo XIX, ya que en 1861 Mesonero Romanos incluye nuestra calle en un grupo de ellas que son “verdaderos albañales de inmundi­cia social, dignos en un todo de sus menguados nom­bres y reputa­ción”. Sin embargo, tras la reforma que desde 1864 sufrió todo el barrio, las condi­ciones debieron de mejorar, ya que veintiocho años des­pués Peñasco y Cambro­nero no tienen una opinión tan mala sobre esta calle (o al menos no la dan). Precisamente en la época en que apareció el libro de D. Hilario y D. Carlos hacía muy poco que había mudado su denominación tradicional por la que hoy lleva. Arlabán es una montaña sita en la provincia de Álava cerca de la cual sucedieron varios hechos de armas. En 1811 el guerrillero Espoz y Mina derrotó al general francés Massena, liberando a numerosos prisione­ros españoles y recuperando un botín obtenido por las rapiñas francesas. Veinti­cinco años después, durante la primera guerra carlista, las tropas cristinas al mando de Luis Fernández de Córdoba rechazaron a las carlistas cerca de las Ventas de Arlabán; en esta acción se destacó el entonces coronel Nar­váez. Por último, en la tercera guerra carlista, los alfonsinos del general Moriones vencieron de nuevo a los partidarios de Carlos VII.

Arias Montano (Calle de)

Benito Arias Montano (1527-1598)

Entre las calles de Juan de Urbieta y del Doctor Esquerdo. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.

Como ya se ha indicado en otras ocasiones, varias calles de las que componen la Colonia Retiro están dedicadas a grandes figuras de la cultura hispánica. Ya han aparecido por estas líneas Ángel Ganivet, Amado Nervo, Antonio Bienvenida, Antonio Díaz-Cañabate... Y ahora es el turno del gran humanista del siglo XVI Benito Arias Montano, nacido en la localidad extre­meña de Fregenal de la Sierra en 1527. Fue teólogo, y como tal asistió al Concilio de Trento. Después, Felipe II le encargó la dirección de la Biblia Políglota de Amberes, entre 1569 y 1573. Su trabajo creó polémica, y fue denunciado a la Inquisición, aunque fue absuelto. Entre sus obras destacan una Retórica escrita en latín (1572), la colección de odas Monumenta huma­nae salutis (1571) y dos tratados teológico-filosóficos (Liber generationis Adam, 1593 e Historia naturae, aparecido en 1601). Murió en Sevilla en 1598.

6.6.08

Argumosa (Calle de)

Diego de Argumosa y Obregón (1790-1865)
Entre la plaza de Lavapiés y la Ronda de Atocha. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Esta calle, amplia y despejada en relación con las de su entorno, se abrió en los terrenos que ocupaba la fábrica de salitre en el último cuarto del siglo XIX. Sin embargo no quedó totalmente expedita hasta la segunda déca­da del siglo XX, cuando se derribaron las últimas casas que taponaban su salida a la plaza de Lavapiés. Desde entonces y, citando a Répide, se convir­tió en la calle “mejor y más anchurosa de esos barrios”.

Si bien Peñasco y Cambronero indican que la calle está dedicada al jurisconsulto Wenceslao Argumosa y Bourke (1761-1831), y Federico Bravo Morata lo acepta, Répide dice que en realidad el homenajeado es el cántabro Diego de Argumosa y Obregón, cirujano (lo que apoya esta hipótesis, dada la cercanía del antiguo Colegio de Cirugía de San Carlos), nacido en 1790 y fallecido en 1865. Diego de Argumosa es el padre de la moderna cirugía en España. Fue catedrático del Colegio de San Carlos, y en el ejercicio de sus funciones dictaminó que las famosas llagas de Sor Patrocinio ni eran milagrosas ni incurables, sino que eran un engaño y se podían cicatrizar sin problemas. La gran in­fluencia que tuvo en la Corte de los Milagros aquella farsante hizo que a Argumosa se le invitase amablemente a jubilarse. Y cuan­do algunos años después se le ofreció la vuelta a su cátedra, a condición de que lo soli­citase, el gran cirujano se negó y prefirió la vida retirada en su tierra. Dejó diver­sas obras, entre las que destaca el Resumen de la Cirugía (1856)

26.5.08

Argüelles (Plaza de)

Agustín Argüelles (1776-1843)
Tiene su entrada por la calle de Martín de los Heros, y está bordeada también por las de Buen Suceso, Álvarez Mendizábal y Marqués de Urquijo. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles.

Esta escondida placita, que pocos seguramente conocen pero que da nombre a todo un barrio, está dedicada a Agustín Argüelles, político español nacido en Ribadesella en 1776. Fue diputado de las cortes de Cádiz, lo cual le valió el confinamiento en Ceuta al volver Fernando VII. Tras los sucesos de 1820 fue liberado, y fue ministro de la Gobernación en el trienio constitu­cional. En 1823 tuvo que exiliarse a Gran Bretaña, de donde regresó diez años después, tras la muerte del rey. Se le propuso como regente en 1840, después de la caída de María Cristina, aunque luego fue Espartero quien ocupó el cargo. Fue tutor de Isabel II (véase calle del Tutor, que está muy cerca de esta plaza) y de su hermana María Luisa Fernanda. Murió en Ma­drid en 1843

7.5.08

Argensola (Calle de)

Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1631)
Entre las calles de Fernando VI y de Génova. Distri­to 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

En 1869 se derribó el convento de Santa Teresa y el amplio solar que dejó fue urbanizado. Surgieron diversas calles; una de ellas es ésta que nos ocupa. Primero se llamó de Gutenberg, nombre que no deja lugar a la duda, pues un sólo señor es quien se lleva el homenaje. Sin em­bargo, en su nueva acepción la cosa no está tan clara, ya que varios Argen­solas son im­portantes. Quizá se olvidó a cuál de ellos se dedicó la calle y por eso más valía aceptar la propuesta de Répide para denominarla de los Argensolas o, más correctamente, de los Leonardo de Argensola, que ése es su apellido com­pleto. Así pues, hablemos de esta familia. Quizá el más conoci­do sea Luper­cio Leonar­do de Argensola, nacido en Barbastro en 1559 y muerto en Nápo­les en 1613. Fue poeta, seguidor acérrimo de los preceptos clasicistas (lo cual relegó su teatro en una época dominada por la libertad formal de Lope de Vega), traductor de los clásicos e historiador. Asimismo fue secreta­rio del conde de Lemos, al cual acompañó a Nápoles cuando fue nombrado virrey de aquella posesión espa­ñola. Su hermano Bartolomé Juan nació en la misma localidad de Barbastro en 1562 y murió en Zaragoza en 1631; fue también poeta, muy clásico, como Lupercio. Siguió la carrera eclesiástica y ocupó cargos como rector, capellán o canónigo en las capillas de los nobles a los que sirvió su hermano, el duque de Villahermosa y el conde de Lemos. Fue cronista de la Corona de Aragón, y escribió una conti­nuación de los Anales de Zurita. Aún dos Argensolas más están recordados en esta calle. Gabriel, hijo de Lupercio, se encargó de publicar las obras de su padre y de su tío Bartolo­mé, ya que éste se negó a imprimirlas en vida; apare­cieron en las Rimas (1634), junto a grandes elogios a Lope de Vega. Pedro Leonardo de Argen­sola, hermano de Lupercio y Bernardo, es un personaje más esqui­vo y difícil de encontrar en las enciclopedias.

23.4.08

Arganzuela (Calle de la)

El antiguo matadero de la Arganzuela
Entre la calle de Toledo y la plaza del Campillo del Mundo Nuevo. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Quizá nunca sabremos cuál es la verdadera razón que dio nombre a esta calle. Se da el caso curioso de que todos los grandes cronistas de la villa se detienen más o menos largamente a exponer una falsa tradición inventada por Antonio Capmani, pero sin embargo no dan ninguna alternati­va a la misma. Pues bien, no vamos a ser menos y pasemos a repetir la explicación meretricia. En el siglo XV vivió por estos contornos (entonces fuera de la villa) un alfarero bastante acaudalado al que llamaban el tío Daganzo por ser natural de ese pueblo. Y este señor tenía una hija llamada Sancha, cuyo apodo era, naturalmente, la Daganzuela. Por corrupción de dicho mote vino lo de Arganzuela. De Sancha se llegó a decir que fue muy amiga de Isabel la Católica y que llevó una vida ejemplar, acabando con sus huesos en un convento de la V.O.T. Muchas cosas para alguien que real­mente no existió, ¿verdad? Arriesguémonos, y atrevámonos a decir que Arganzuela suena a diminutivo de Arganda -así lo indican Federico Romero y Manuel Montero Vallejo-, y que quizá la influencia de esta villa próxima a Madrid, tan importante en siglos pasados, pueda tener algo que ver con el nombre. Recordemos que el actual parque de la Arganzuela fue anteriormen­te dehesa boyal propia de Madrid. Y si Vicálvaro llegó en su día hasta la calle del Barquillo, ¿por qué no pudo llegar Arganda hasta la Arganzuela?

8.4.08

Arenal (Calle del)

La calle del Arenal, en una bulliciosa tarde navideña
Entre la puerta del Sol y la plaza de Isabel II. Distrito 1 (Centro). Barrios de Sol y Palacio.

Como muy bien indican los diversos cronistas de la villa, la calle del Arenal, una de las más tradicionales y conocidas de Madrid, siempre ha llevado este nombre. Esta zona fue, en su origen, un barranco arenoso por el que discurría un arroyo. En 1125 fue concedido el privilegio para la fundación de la puebla de San Martín, que creció al amparo del famoso convento del mismo nombre. La consecuencia fue la aparición de un arrabal cercado, una parte de cuya tapia o muralla seguía el curso de este barranco. Debió de tener un desnivel bastante considerable, que aún se puede apreciar en la diferencia de altura que hay entre la calle de la Escalinata y el final de nuestra calle. En el siglo XIV apareció un nuevo arrabal al otro lado del barranco, el de San Gi­nés, que ya era parroquia en 1358, pues en ese año está fechado un Breve de Inocencio VI en el que concede indulgencia a quien ayude con su limosna a la reconstrucción de la iglesia, que al parecer había sido profanada por moros y judíos. El rey Pedro I castigó ese sacrilegio arrojando a los reos al barranco de la Zarza, en la confluencia de nuestra calle con la puerta del Sol, de manera que es fácil imaginar que tal barranco debía de ser casi un abismo. De ese mismo barranco surgió el famoso lagarto, cuyo cuer­po, una vez cazado, pasó mucho tiempo en la iglesia de San Ginés. A mediados del siglo XV la calle estaba ya casi totalmente formada, aunque siguió siendo un profundo vallejo hasta que se terraplenó con lo proce­dente de los desmontes que se hicieron al abrir las calles de Jacometrezo y del Desengaño.

Torre de la iglesia de San Ginés
La ya nombrada iglesia de San Ginés es quizá el edificio más signifi­cativo de la calle. Para algunos cronistas antiguos, empeñados en situar el origen de nuestra villa en épocas remotas, está dedicada a un San Ginés madrile­ño, mártir bajo Juliano el Apóstata en el siglo IV, pero la advo­cación de esta parroquia, aunque no se puede afirmar con toda seguridad, es la de San Ginés de Arlés. Otros indican que pudo ser una iglesia mozárabe o incluso visigoda. Lo más apro­ximado a la realidad es que en principio quizá fuese una ermita que se con­virtió en parro­quia en el siglo XIV. Ya se ha citado un documento papal de 1358 que habla de su arreglo tras una profana­ción. Esta primera iglesia tuvo que ser derribada por ruinosa en 1642; los 60.000 ducados que costó la reedificación fueron apor­tados por un devoto parroquiano llamado Diego de San Juan. Fue Juan Ruiz el alarife encargado de levantar la iglesia, y tam­bién la aneja capilla del Santo Cristo. Francisco Ricci se ocupó de los reta­blos y de la decoración interior, y Juan Lobera y Sebastián Herrera Barnue­vo de los altares. A mediados del siglo XVIII sufrió otra importante reforma dirigida por un arquitecto desconocido. El 8 de agosto de 1824 la iglesia se quemó, incen­dio que destruyó su cabecera y en el que se perdieron muchas de sus obras de arte, especialmente un gran lienzo de Ricci, pintado en 1672 y que repre­sentaba el martirio de San Gi­nés. Tampoco se sabe quién arregló la iglesia tras este desastre.

Anagrama de 'esclavo' en la entrada de la capilla del Santo Cristo (C/ Bordadores)La capilla del Santo Cristo pertenece a la congre­gación del mismo nombre. Fue construida bajo la dirección de Juan Ruiz entre 1651 y 1659. Es un museo en miniatura que contiene obras de Alonso Cano, Francisco Ricci, y sobre todo, una maravillosa Expulsión de los mer­caderes del Tem­plo, del Greco. La Hermandad del Santo Cristo también regentaba la bóveda subterránea que hay bajo la iglesia y que es tan grande como ella. Allí se sometían los congregantes a severos ejercicios de discipli­na y mortificación difícilmente separables de un fanatismo ciego. Aún son testimonio de tan siniestras prácticas las dos incisiones en la piedra con una "S" y un clavo atravesado, que forman la palabra ESCLAVO, y que se pueden ver en la puerta que da a la calle de Bordadores.

Desde el siglo XIX la parroquia de San Ginés es una de las preferi­das por la alta sociedad madrileña. Al haber desaparecido la iglesia de San Juan durante la dominación francesa, se eligió San Ginés como parroquia de palacio, y fue muy protegida por Isabel II. A pesar de esto, tras la Revo­lución de 1868 se pensó en su derribo para formar una plaza con jardines, pero afortunadamente se desechó la idea. En lugar de esto, fue otra vez reformada por José María Aguilar entre 1870 y 1872, levantando toda la facha­da que da a la calle que nos ocupa, con un revoco y unos adornos de estilo neoplateresco, que se pueden apreciar en fotos antiguas. Tras la guerra civil desaparecieron adornos y revocos, y se le dio el aspecto que hoy conocemos, con ladrillo y mampostería en sus fachadas. Especialmente bella y esbelta es su torre, auténtico pararrayos natural que fue objeto de intensos estudios en el siglo XIX, desde el monje de San Martín que observó el fenómeno por primera vez, hasta el propio párroco de San Ginés, que publicó un par de opúsculos sobre el asunto en 1846, pasando por el marqués del Socorro, académico de Ciencias que en 1836 pudo por sí mismo comprobar tal propiedad del campanario y escribió una memoria al efecto.


Lonja de la iglesia de San Ginés

También se debe men­cionar que en esta parroquia fue bautizado Lope de Vega, que nació en la cercana calle Mayor; allí se casó Quevedo, y en su cemente­rio, donde hoy está la lonja, reci­bió sepultura Tomás Luis de Victoria.

Cuando la corte vino a Madrid, la calle del Arenal estaba totalmente consolidada, y en ella establecieron sus palacios diversas familias de alta alcurnia. Esta costumbre se mantuvo hasta el siglo XIX; hoy en día, de los muchos palacios que tuvo la calle sólo queda, y muy transformado, el de Gaviria, en el número 9. Fue levantado por el arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel entre 1846 y 1847, basándose en modelos renacentistas italianos. De su estructura inicial sólo quedan la entrada, la escalera y el piso principal. Sus bajos han sido desfigurados al instalarse en ellos locales comerciales, y en su interior están las famosas tiendas de decomisos a las que muchos he­mos ido a com­prar cualquier aparato de radio, calculadora o reloj a un pre­cio bastante ajus­tado.

En la calle del Arenal, a la altura de la calle de Bordadores, sufrie­ron el 18 de julio de 1872 un atentado los reyes Amadeo I y María Victoria, cuando unos individuos dispararon contra el carruaje que conducía a los monarcas al palacio real tras pasar una tarde de recreo en los jardines del Buen Retiro. Los soberanos resultaron ilesos, y la policía repelió a los agre­sores, uno de los cuales resultó muerto.

En el número 26 de nuestra calle murió a causa de una pulmonía el día 8 de marzo de 1898 Salvador Sánchez Povedano, Frascuelo, eterna pareja taurina de Lagartijo, que representaba el valor ante el toro frente a la elegancia y gallardía del cordobés. Y en el número 20 falleció, el 25 de marzo de 1909, el maestro Ruperto Chapí, autor de zarzuelas tan importan­tes como La bruja, El rey que rabió o La revoltosa.

25.3.08

Arco del Triunfo (Calle del)


Entre la calle Mayor y la plaza Mayor. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

Esta breve calle no es sino uno de los ocho arcos de acceso a la plaza Mayor. Ya aparece en el plano de Texeira, cuando aún las entradas a la plaza estaban sin cubrir. Carece de rotulación en este plano, pero en el de Espinosa recibe el terrible nombre de callejón del Infierno. No está muy claro el origen de tan peculiar apelativo, aunque hay quien se aventura a decir que se debe a las inmensas llamas que por allí surgieron en alguno de los grandes incendios que ha sufrido la plaza Mayor desde su construcción. Asimismo indican los cronistas que durante un tiempo fue conocida como calle del Peso Real, ya que desde ella se accedía a ese establecimiento, que se hallaba en la Casa de la Panadería.

El nombre actual conmemora la victoria de las tropas de la Milicia Nacional sobre la Guardia Real del día 7 de julio de 1822. La Guardia quería restablecer el absolutismo, y los milicianos defendieron la Constitu­ción de Cádiz. Por esa vez vencieron los constitucionales, pero como todos sabemos, a la Pepa le quedaban pocos meses de vida, ya que al año siguiente Fernando VII fue liberado de su cautiverio por los franceses del Duque de Angulema.

7.3.08

Arcipreste de Hita (Calle del)

Página manuscrita del 'Libro de buen amor'
Entre las calles de Meléndez Valdes y de Isaac Peral. Distritos 7 (Chamberí) y 9 (Moncloa). Barrios de Gaztambide y Argüelles.

Está dedicada esta calle a uno de los más importantes escritores de la Edad Media en lengua castellana. Juan Ruiz, de cuya persona se sabe bastan­te poco, vivió entre 1283 y 1350, y fue autor del Libro de buen amor, obra casi miscelánea, satírica y con intención moralizadora, que muchos conside­ran como un antecedente de La Celesti­na.

Arapiles (Calle de los)

Detalle de un plano inglés de la batalla de los ArapilesEntre la glorieta de Quevedo y la calle de Valleher­moso. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de los Arapiles.

Atraviesa esta calle el solar del que fue cementerio General del Norte, creado por José Bonaparte en 1809 y que, aunque clausurado en 1884, perduró hasta bien entrado el siglo XX. Se dará de él una reseña más amplia en la calle de Magallanes, pero digamos al menos que allí fue ente­rrado Larra, y en su sepelio se dio a conocer un joven poeta que recitó espléndidamente unos versos propios. Respondía al nombre de José de Zorri­lla. Un rombo café con leche de los que ha puesto el Ayuntamiento lo reme­mora, pero sin aludir a entierros o cementerios, quizá para que los veci­nos del barrio no sepan que sus viviendas se alzan sobre un antiguo campo­santo.

Recuerda la calle un hecho de armas que se produjo en la guerra de la Independencia. Los Arapiles son dos montes que se encuentran cerca de Salamanca, el Arapil Grande y el Arapil Chico. El duque de Wellington, al mando de un ejército británico, español y portugués, derrotó el 22 de julio de 1812 junto a los Arapiles a las tropas francesas del mariscal Marmont. Esta derrota obligó a los franceses a evacuar Andalucía.

21.2.08

Apodaca (Calle de)

Juan Ruiz de Apodaca (1754-1835) Entre las calles de Fuencarral y de Mejía Lequerica. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Ésta es una calle que se abrió poco después del derribo de la cerca en 1868. Forma, junto con las de Churruca y Barceló, un conjunto que se dedicó a importantes marinos españoles. Juan Ruiz de Apodaca, marqués de Venadito, nació en la marinera Cádiz el año 1754. Participó activamente en la guerra de la Independencia, en el transcurso de la cual negoció la alianza hispano-británica y además derrotó a la escuadra francesa mandada por Rosilly en aguas de su ciudad natal el 14 de junio de 1808. Entre 1812 y 1815 fue capitán general de Cuba, y desde 1815 a 1821 virrey de Nueva España. Volvió a España tras la emancipación americana y se le nombró virrey de Navarra en 1824, a pesar de que en 1812 se mostró favorable a la Constitución de Cádiz. El año 1830 se convirtió en capitán general de la Armada. Murió en nuestra villa en 1835.

Anunciación (Calle de la)

'La Anunciación', cuadro de Fra Angelico (Museo del Prado)
Entre la plaza del Niño Jesús y la calle del Portal de Belén. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.

El barrio en el que se encuentra nuestra calle toma su nombre del cercano hospital del Niño Jesús, funda­ción de la opulenta duquesa de Santo­ña que se construyó entre 1877 y 1881. Cuando se empezaron a urbanizar los alrededores del centro sanitario, las calles que se crearon adoptaron nombres relacionados con el del propio hospital, y así ésta de la Anuncia­ción, primera etapa de la venida de Jesús al Mundo.

8.2.08

Antonio Palomino (Calle de)

'La Iglesia militante y la Iglesia triunfante', obra de Antonio Palomino (Museo de Bellas Artes de Valencia)Entre las calles de Calvo Asensio y de Guz­mán el Bueno. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Gaztambide.

Es ésta una callecita muy breve, perteneciente al antiguo barrio de Marconell, llamado así porque fue construido sobre una finca que perteneció a Francisco Marconell. La finca fue parcelada desde 1880 y en ella se hizo el susodicho barrio, formado sobre todo por casas para obreros. Hoy ha desaparecido casi en su totalidad, engullido por el ahora bur­gués barrio de Arapiles-Argüelles, pero aún quedan unas pocas casitas de las originales, especialmente en la calle que nos ocupa y en la vecina de Calvo Asensio.

Antonio Ascisclo Palomino fue un pintor y escritor español que nació en la localidad cordobesa de Bujalance en 1655. Fue discípulo de Valdés Leal y Juan de Alfaro en Córdoba. Se trasladó a nuestra villa, y aquí com­par­tió su trabajo con Luca Giordano, Claudio Coello y Juan Carreño de Miranda. En 1688 se convirtió en pintor del rey Carlos II. Evolucionó desde un barroco típicamente español hasta un estilo casi rococó, pasando por una época de clara influencia italiana, debida a su contacto con Giordano. Como escritor, es considerado como el primer teórico e historiador del arte espa­ñol. Entre sus obras pictóricas destacan la decoración de la capilla del Ayun­tamiento de Madrid, los frescos de la cúpula de la iglesia de los Desampara­dos de Valen­cia, y una Inmaculada que conserva el Prado. Hay cuadros suyos distribui­dos por diversos conventos e iglesias madrileños. Su escrito fundamental es El museo pictórico y escala óptica (1715-24), y asimismo debe citarse el Parna­so español contemporá­neo. Quedó viudo en 1725, y se ordenó sacer­dote. Cuando al año siguiente murió, en Madrid, fue enterrado en la iglesia de la V.O.T., junto a su esposa.

Antonio de Nebrija (Calle de)

Fragmento del 'Vocabulario latinoespañol de Nebrija (1492)
Entre la avenida de la Ciudad de Barcelona y las tapias de la estación de Atocha. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de Atocha.

No se corresponde con la categoría del personaje que recuerda la calle que nos ocupa. Antonio Martínez de Cala, más conocido como Elio Antonio de Nebrija, nacido en la localidad sevillana de Lebrija en 1441, es uno de las principales figuras del Renacimiento español. Estudió en Salaman­ca y en Bolonia, y en la universidad salmantina ocupó la cátedra de Gramáti­ca. En 1481 escribió Introductiones latiniae, obra en la que pretendía una reforma de la enseñanza del latín influida por las ideas diversos humanistas italianos. En 1492 elaboró un Vocabulario latinoespañol, y ese mismo año apareció su Gramática de la lengua castellana, que es la primera que se hizo sobre una lengua vernácula. Muchos años después, en 1517, realizó, casi como complemento, unas Reglas de ortografía castellana. Pero no sólo en aspectos filológicos se movieron sus inquietudes, sino que también fue uno de los redactores de la Biblia Políglota Complutense, y se ocupó de asuntos jurídicos, cosmológicos, arqueológicos e históricos. Murió en Alcalá de Henares en 1522.

1.2.08

Es de bien nacidos...

...ser agradecidos y, por lo tanto, no puedo dejar de dar las gracias de todo corazón al programa "Hoy por Hoy Madrid" de la Cadena SER, a María Guerra y Daniel Téllez, que se han hecho eco de estos humildes garabatos en su programa de hoy. Como también he de dárselas a Luis Zueco, autor de la bitácora Exposiciones en Madrid, que tuvo la enorme gentileza de recomendar estas pantallas en el programa del viernes pasado.

Os recomiendo consultar la bitácora Madrid es tuyo, que se mantiene en este programa.

31.1.08

Antonio Maura (Calle de)

Antonio Maura y Muntaner (1853-1925)
Entre la plaza de la Lealtad y la calle de Alfon­so XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Amplia y algo empinada calle, espina dorsal del barrio de los Jeróni­mos y que como todo él se abrió en las últimas décadas del siglo XIX. Inme­jorable emplazamiento el suyo, con inicio en el monumento que hay sobre el campo de la Lealtad y final frente a la puerta de España del Retiro. Su primitivo nombre fue el de calle de la Lealtad, recordando la heroica actitud de los madrileños el 2 de mayo de 1808. Algo más me extenderé sobre este parti­cular al llegar a la plaza que sí conserva tal nombre. Desde 1939 se denomi­na de Antonio Maura, pues este político vivió aquí, en un palacete que perte­neció primero a la duquesa de Santoña, aristócrata riquísima que tuvo la frivolidad de decorar con panes de oro las balaustradas de su vivien­da. Maura, también muy rico pero quizá menos amigo de la ostentación, hizo desaparecer tales adornos de su nueva casa.


Antonio Maura y Muntaner nació en Palma de Mallorca en 1853. Empezó su carrera política en el partido Liberal, junto a Gamazo. Fue minis­tro de Ultramar en 1892, y en el ejercicio de ese cargo presentó un proyecto de autonomía para Cuba y Puerto Rico que fue rechazado por todo el mun­do. Después del desastre de 1898 su programa político adoptó diversas propuestas de los regeneracionistas. Tras la muerte de Germán Gamazo, asumió la jefatura de su grupo político, pero en 1902 se pasó a las filas conservadoras y participó en el gobierno de Francisco Silvela, donde adqui­rió fama de autoritario y brutal represor. Tras la dimisión de Silvela a finales de 1903 fue encargado por primera vez de formar gobierno, pero este primer mandato sólo se prolongó unos meses, ya que renunció a causa de la excesi­va intervención del rey en los asuntos políticos. Otra vez fue nombrado presidente del gobierno en 1907, e intentó una política de reformas que se quedó sólo en el nombre. Nuevamente sacó su vena autoritaria y represora, y tras la Semana Trágica de Barcelona (1909) y los sangrientos sucesos que en ella ocurrieron, tuvo que dimitir. Poco a poco se fue retiran­do de la vida política, pero en 1918 fue llamado a presidir un gobierno de con­cen­tración nacio­nal y en 1919 otro de carácter conservador. En 1921 asumió por última vez ese cargo, dentro de una crisis que debería acabar con el sistema que se estableció con la constitución de 1876. Murió en Torrelodo­nes, cerca de Madrid, en 1925.

25.1.08

Antonio Grilo (Calle de)

Entre la calle de San Bernardo y la plaza de los Mostenses. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.

Como lo atestigua una cercana travesía, el nombre que hasta finales del siglo XIX llevó esta calle fue el de las Beatas. Se debía a un convento de monjas o beaterio que aquí se fundó en 1574, con la advocación de Santa Catalina de Siena. Perduró hasta 1611, cuando las monjas se trasladaron a un nuevo emplazamiento cercano al palacio que el duque de Lerma se acaba­ba de construir junto al Prado de San Jerónimo. Fue entonces ocupado el edificio por los monjes premostratenses, y en él permanecieron casi dos siglos, hasta su derribo ordenado por José Bonaparte, pero esta historia co­rresponde a la plaza de los Mostenses y allí se contará. El caso es que del fugaz paso de las monjas por esta calle quedó un nombre que duró trescien­tos años. Répide cuenta una leyenda relacionada con este convento. Al pare­cer en él había monjas jóvenes y bellas, y en una ocasión dos, que debían de responder a estas características, pasaban por la calle Ancha de San Bernardo cuando fueron vistas nada menos que por Rodrigo Calderón, famoso galán y conspi­rador del que ya se ha hecho mención y que se deberá nombrar muchas más veces en estas páginas. Prendado de una de las religiosas, las alcanzó e intentó el cortejo. Fue rechazado, y cuando, arrogantemente, se dio a cono­cer y dijo que siempre conseguía lo que quería, la respuesta de Sor María del Sacramento, que así se llamaba la bella monja, fue “tal vez se obscurezca mañana la estrella que tanto brilla hoy”. Certera premonición del triste fin del marqués de Sieteiglesias, en un cadalso de la plaza Mayor.

Para la crónica negra han de quedar algunos horrendos crímenes que se produjeron en el número 3 de esta calle: en noviembre de 1945 apareció muerto por herida de arma contundente (un candelabro) y estrangulamiento el camisero Felipe de la Breña; parece ser que el móvil fue el robo. Diecisiete años después, el 1 de mayo de 1962, el sastre José María Ruiz Martínez, al parecer enajenado por unos problemas económicos, mató a su esposa y a sus cinco hijos antes de suicidarse.

La primera idea que se tuvo al decidir el cambio de denominación de la tradicional calle de las Beatas, llevó al Concejo a acordarse de Ramón Chíes (1846-93), político republicano y periodista, gobernador tras la Revo­lución de 1868 y fundador junto con Antonio Machado Álvarez, Demófilo, del semanario Las Dominica­les del Libre Pensamiento. Pero alguien debió pensar que las ideas de Chíes eran demasiado avanzadas como para homena­jearle con una calle, y se tomó, el 15 de marzo de 1899, la más neutral decisión de dedicarla al poeta cordo­bés Antonio Grilo, nacido en 1845 y fallecido en 1906, un juglar del siglo XIX que recorría los salones aristocrá­ticos recitando expresivamente sus poemas. Esta faceta un tanto bohemia no le impidió sin embargo llegar a ser académico de la len­gua. Fueron famosos en su época los versos que dedicó a las ermitas de la sierra de Córdoba.

Antonio Flores (Calle de)

Entre las calles de Serrano Anguita y de Sagas­ta. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Calle muy breve, abierta en los primeros años del siglo XX, y que en la actualidad se puede ver en las noches de los fines de semana llena de coches mal aparcados y de jóvenes que han bebido demasiado. Recuerda a un escri­tor costumbrista del siglo XIX, nacido en Elche en 1818 y fallecido en 1865. Fue pionero de la prensa gráfica en España, pues ya en 1844 dirigía el perió­dico ilustrado El Laberinto; es fama que algunos de sus números salían íntegramente de la pluma de Flores. Entre sus obras literarias cabe mencio­nar Fe, Esperanza y Caridad, La historia del matrimonio, Tipos y costum­bres españoles y Doce españoles de brocha gorda, pero su obra más impor­tante es Ayer, hoy y mañana, en la que describe el Madrid de 1800, el de 1850 y un entonces lejano Madrid de 1899 en el que parece ser que se fue un poco por las ramas. Fue miembro de la Real Academia.

14.1.08

Antonio Díaz-Cañabate (Calle de)

Entre la avenida del Mediterrá­neo y la calle de Arias Montano. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.

Recientemente, el último tramo de la calle de Abtao ha sido dedicado al escritor, periodista y crítico taurino Antonio Díaz-Cañaba­te, nacido en Madrid en 1898 y fallecido en la misma villa en 1980, activo participante en la magna enciclopedia Los Toros y su continuador tras la muerte de José María de Cossío. Tam­bién se interesó por la historia y costum­bres de nues­tra villa; fruto de esa ocupación por Madrid fue una de sus principales obras, Histo­ria de una Taberna (1944), que le inspiró la de Antonio Sán­chez, sita en la calle del Mesón de Pare­des. Fue considerado como uno de los últimos escritores costumbristas, con una estética muy próxima a la de Azorín. Otras de sus obras son Historia de una tertulia (1952), Lo que se habla por ahí (1954), Historias de un tren (1959), Madrid y los Madriles (1974), Las tres Marías (1977) y El mundo de los toros (1979).