6.3.07

Almudena (Calle de la)


Entre las calles Mayor y de Bailén. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Una muy pequeña calle tiene dedicada la patrona de nuestra villa. Muy pequeña, pero inmejorablemente situada, puesto que aquí estuvo duran­te casi mil años un templo dedicado a Santa María de la Almudena. Nuestra callecita ha sido conocida de muchas formas: calle de la Almudena Chica, ya que el primer tramo de la calle Mayor también se llamó calle Real de la Almudena; y calle del Camarín de la Virgen o del Camarín de Santa María, porque aquí daba la capillita que, tras el altar de la vieja iglesia, contenía la venerada imagen.

La historia de la imagen de la Virgen de la Almudena constituye una de las más conocidas leyendas madrileñas. Se cuenta que cuando los árabes conquistaron la Península, los habitantes de la pequeña aldea que era enton­ces Madrid escondieron en un cubo de la muralla la imagen de la Virgen, escoltada por dos grandes cirios encendidos. Llega­ron los moros, y durante los más de trescientos años que Madrid fue musul­mana, la imagen permane­ció oculta, pero su recuerdo no se desvaneció entre las familias cristianas que aquí vivían, en una tradición oral que pasaba de generación a genera­ción.

Y cuando Alfonso VI conquistó Madrid, y su mezquita fue converti­da en iglesia cristiana, se planteó la recuperación de la imagen, incluso derribando toda la muralla si era necesario. Sin embargo, el 9 de no­viembre de 1083 (o de 1085) se cayó sola una parte de la defensa y allí apareció la imagen, con los cirios aún encendidos. Se supone que ese lienzo de la mura­lla estaba donde hoy una hornacina recuerda el prodigio. Allí, bajo la ima­gen de la Virgen, una leyenda reza:


YMAGEN DE MARÍA SANTÍSIMA
DE LA ALMUDENA
OCULTADA EN ESTE SITIO EL AÑO 712
Y DESCUBIERTA MILAGROSAMENTE EN EL DE 1085


No es demasiado errónea la localización, pues como bien se sabe, justo debajo del pretil de la cuesta de la Vega donde se halla esta hornacina, aparecieron en 1953 los 118 metros de la muralla árabe que hoy presiden el parque del Emir Mohammed I.


La muralla árabe frente a la entrada de la Cripta de la Almudena


La imagen de la Virgen fue descubierta, al parecer, junto a un alma­cén de grano, que los árabes llamaban almud, y de ahí le vino el nombre a la patrona de la villa. La leyenda es tan bella y está tan hondamente enraiza­da en el alma de los madrileños que me voy a abstener de intentar dar una alternativa racional.

El caso es que la imagen de la Virgen fue colocada en la mezquita reconvertida y desde entonces dura el culto mariano en Madrid. Acompañaba a la imagen un cuadro que representaba asimismo a la Virgen, llamada de la Flor de Lis, puesto que llevaba una en sus manos, y que la tradición indica que fue mandado hacer por la esposa de Alfonso VII, doña Constanza, hija del rey Enrique I de Francia. Este cuadro apareció, pintado en un muro, con motivo de unas obras que se realizaron en 1624 en la iglesia de Santa María, detrás del altar ma­yor. Desde entonces se conoció como la Virgen de la Flor de Lis y fue de mucha devoción para los madrileños, empezando por la familia real.


Maqueta de la antigua iglesia de Santa María la Real (Museo Municipal, Madrid)


Se ha supuesto la presencia de la iglesia de Santa María antes de la conquista musulmana, hipótesis apoyada por una lápida que apareció en ella durante una reforma efectuada en 1618 y que corresponde a un clérigo muer­to pro­bablemente en el reinado del rey visigodo Egica (687-702). La lápida ya no existe, pero es descrita con bastante detalle por diversos cronistas contempo­ráneos como Quintana, Dávila o Vera Tassis, y autores tan presti­giosos como Manuel Montero Vallejo no dudan de su autenticidad. Esta probable iglesia visigoda fue posteriormente transformada en mezquita mayor por los musulmanes, y tras la reconquista de Madrid volvió a ser iglesia cristiana, convirtiéndose en la primera parroquia de la villa, la más antigua, pues databa de los siglos XI o XII. Répi­de, citan­do a López de Hoyos, insinúa que pudo llegar a hacer de catedral, con su ca­nonjía, y ello a pesar de la oposi­ción que siem­pre plantea­ron los arzo­bis­pos de Toledo al estableci­miento de una sede epis­copal en la Corte. Lo cierto es que los inten­tos que se lleva­ron a cabo en los siglos XVI y XVII fracasaron. Por lo tanto, ya en el reina­do de Felipe IV, habién­dose desistido de la cons­trucción de un tem­plo mu­cho más suntuo­so, se procedió a una reforma de la iglesia de Santa María, que fue culmina­da en 1649. Fue una iglesia muy querida por los monarcas católi­cos, que en ella hacían su prime­ra entrada en la Corte. Y el Concejo hacía salir de ella sus más solem­nes procesiones. Muchas veces las reliquias de San Isidro y de Santa María de la Cabeza se pusieron a los pies de la Virgen de la Almu­dena en momen­tos de necesidad.

En 1777 amenazaba ruina, y la restauración la llevó a efecto Ventura Rodríguez. Tantas reformas hicieron que no quedase apenas nada de la primitiva y medieval parroquia. Y a pesar de su antigüedad y significación, fue derribada en octubre de 1868, para ensanchar la calle Mayor y alinear la de Bailén. Las imágenes de la Virgen fueron trasladadas a la iglesia del convento de monjas bernardas de la calle del Sacramento. En 1907 se inau­guró la cripta de la nueva catedral, y allí se llevó primero la antigua parro­quia y, en 1911, las imágenes. Al estallar la guerra civil volvieron al con­vento del Sacramento, y en 1954 pasaron a la catedral de San Isidro. En 1993, tras ser por fin consagrada la nueva catedral de la Almude­na allí tomó definitivo asiento la venerada efigie de la Virgen. Muy cerca de nuestra calle, en los jardines que bordea ya cerca de la calle de Bailén, tuvo su palacio la famosa princesa de Éboli, amante de Antonio Pérez. Y en nuestra calle fue donde asesinaron a Juan de Escobedo, el 31 de marzo de 1578, crimen que desencadenó la triste historia de la fuga de Antonio Pérez, la ejecución del Justicia Mayor de Aragón Lanuza y todo lo que posteriormente vino.

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