3.11.06

Prólogo

La puerta de Alcalá

Este prólogo fue escrito el 13 de febrero de 1996, cuando aún tenía esperanzas de que estas líneas algún día pudieran aparecer en forma de libro...

AL LECTOR

Prácticamente todos las obras que tratan de Ma­drid empiezan con una frase semejante a "otro libro sobre la Villa y Corte, para añadir a los miles que ya exis­ten". Aún más aplicables pueden ser estas palabras al volu­men que acabas de abrir. Un libro sobre las calles de Madrid es quizá de los más arriesgados de elaborar, pues hay obras anteriores de una impor­tancia tal que da miedo intentar continuar­las. No ha sido esa mi preten­sión. Sólo he querido poner algo al día el asunto, no emular a tan grandísi­mos cronistas de Madrid como Mesonero Romanos, Fernández de los Ríos, Hilario Peñas­co, Carlos Cambronero o Pedro de Répide. Es muy difícil, si no imposible, siquiera acercarse a ellos.

Creo útil dar un repaso a las obras dedicadas a las calles de Madrid que se han publicado hasta ahora. Me refiero a grandes trabajos monográfi­cos sobre la materia, ya que en muchas obras de los numerosos e importan­tes escritores que han disertado sobre nuestra villa hay referencia a las leyen­das, tradiciones o sucesos que nombraron las calles de Madrid.

Don Ramón de Mesonero Romanos, quizá el principal cronista que ha tenido Madrid, abanderado de esa legión formada luego por los Sáinz de Ro­bles, Gómez de la Serna, Carrere, Répide, Velasco Zazo o Serrano An­guita, escribió en 1831 un Manual de Madrid. Esta obra, que tuvo diver­sas ediciones posteriores, ya incluye referencias a los nombres de las calles de la Villa. Su Antiguo Madrid, de 1861, describe muchas de las calles del Madrid Viejo, con referencia al origen de su apelativo y también a los edifi­cios notables sitos en ellas.

Pero la primera obra que realmente trata en exclusiva de la explica­ción de los nombres de las calles de Madrid fue publicada en 1863 por Antonio Capmani (o Capmany) y Montpalau. Su título es Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid. En el libro de Capmany se apoyan en gran medida cro­nistas posteriores, y a pesar de que tiene el mérito de ser el pri­mer esfuerzo en este campo, dichos cronistas son bastante críticos con él, ya que es una obra en la que el autor deja entre­ver una exuberante fantasía a la hora de dar explicaciones, y muchas veces comete grandes errores.

Hilario Peñasco de la Puente y Carlos Cambronero dieron a la im­prenta en 1889 su trabajo titulado Las calles de Madrid: Noticias, tradiciones y curiosidades. Peñasco y Cambronero son definidos muchas veces como "buceadores de los archivos de la Villa". Y efectivamente, aunque también cometen algún que otro error, todo lo que dicen está, siempre que se puede, rigurosamente documentado. No en vano Peñasco fue edil del Ayuntamiento y Cambronero director de la Biblioteca Municipal, formada por el ingente legado bibliográfico de Mesonero Romanos. El libro de Peñasco y Cambro­nero, inexplicablemente no reeditado hasta hace unos años, es el pilar en que debe apoyarse todo autor que pretenda escribir sobre las calles de Madrid. Ha sido infinitamente citado en la posteridad, e incluso copiado literalmente en algunos casos.

Quizá la labor más ingente fue la de Pedro de Répide. El 3 de mayo de 1921 inició la publicación, en el diario La Libertad, de unos artículos dedicados primero a la Puerta del Sol y las ocho calles que empiezan en ella. La prime­ra iniciativa, bastante modesta y firmada con el seudónimo de El Ciego de las Vistillas, prosiguió con más empeño y se prolongó hasta el 15 de no­viembre de 1925. El resultado es un conjunto de artículos sobre nues­tras calles difícilmente superables por su conocimiento de la Villa, su gracia y su amenidad. Sin embargo, estos ar­tículos no fueron publicados en forma de volumen hasta más de cuarenta años después, gracias a la iniciativa de Federico Romero y otros entusiastas de Répide y de Madrid, que rebuscaron en las hemerotecas y en los archivos para encontrar todos los fragmentos que se hallaban desperdigados, y por fin en 1967 apareció el libro. Posteriormen­te ha sido reeditado varias veces; la última edición ha sido preparada y co­mentada por Isabel Gea. Este es el punto de referencia obligado para todo aquel que desee saber algo sobre las calles de Madrid.

Después han aparecido otras obras importantes, como la de Federico Bravo Morata, que ya abarca todo el Madrid actual, tras las anexiones, pero que se dedica más a los nombres en sí, sin dar en muchas ocasiones noticia de los edificios importantes o de las historias que encierran muchas calles. Esto no resta sin embargo mérito a un libro que también es digno de lectura para todo aquel curioso amante de la Villa y Corte.

Y una obrita más pequeña, pero muy útil por lo reciente de su apari­ción es la de Isabel Gea Ortigas, que en muchas ocasiones es el único refe­rente válido, sobre todo en calles de moderna apertura o que han cambiado de nombre en los últimos tiempos.

Quede, pues, advertido el lector que en todos los títulos que se acaban de repasar, está recogida la mayor parte de la información que yo pretendo comunicar. No voy a aportar nada nuevo con mi trabajo: Sólo quiero actualizar un poco la última gran obra aparecida, la de Répide, apoyándome en todas las citadas y en muchas más, que quedan reflejadas en la extensa bibliografía que adjunto al final. El único toque de originalidad, que además no creo que sea tal, es la segunda parte del libro, en la que doy una somera descripción de los que he llamado nuevos distritos. Y nuevos son por lo reciente de la actual división administrativa de Madrid, pero además porque la mayoría de ellos aún no eran Madrid hace cincuenta años.

Esto me lleva al gran dilema que me planteé a la hora de empezar el traba­jo: ¿Cómo seleccionar las calles que se debían comentar? Después de mucho cavilar, decidí abarcar la zona que también escogió Isabel Gea para su libro, es decir, aproximadamente la limitada por las Rondas (Reina Victo­ria, Rai­mun­do Fernández Villaverde, Francisco Silvela, Doctor Esquerdo, Pedro Bosch), el río Manzanares, la Ciudad Universitaria y la calle de Isaac Peral. No es un límite muy definido, y además me lo he saltado a veces, sobre todo cuan­do descubrí las calles que el Ayuntamiento concedió a Répi­de, Peñasco o Gómez de la Serna, en nin­gún caso acordes por situación e importancia a los personajes que recuerdan.

En definitiva, esta obra sólo está motivada por el cariño que desde muy pequeño tengo a la Villa que me vio nacer, y por la curiosidad que siem­pre sentí por conocer su historia y la evolución de su plano. Espero que para ti, lector, sea agradable y amena y que con ella aprendas algo más sobre Madrid, aunque mi consejo es que vuelvas sobre la lista que antes di y consigas algunos de esos libros. Entonces sabrás lo que es bueno.

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